En 1967 la firma japonesa presentó su modelo Cosmo Sport , un biplaza de líneas sofisticadas que llegaba al mercado en busca de ganarse un lugar en un segmento que iba creciendo a niveles meteóricos, el cual traía bajo su piel una innovación que marcaría un antes y un después en la industria automotriz.
Se trataba de un motor rotativo, el cual fue sometido a innumerables pruebas de fiabilidad antes de ser viable comercialmente, una vez librados los requerimientos que toda innovación demanda se dieron a la tarea de producir cerca de dos millones de estos propulsores que, como es tradición fueron desarrollados al calor de diferentes campeonatos del deporte motor.
El RX-7 sería el modelo que llevó a la gloria al motor rotativo tras dominar el serial IMSA, en la década de los 80, no obstante la capacidad de este motor sería reconocida por el mundo cuando la marca conquistó las 24 Horas de Le Mans en 1991, de la mano del 787B equipado con un propulsor rotativo 2.6 litros de cuatro rotores, capaz de desarrrollar 710 caballos de potencia, el cual se convirtió en una leyenda al ser el único bólido en subir a la cima del podio con un motor carente de pistones.
Actualmente no existe un modelo de Mazda que cuente con este motor, pero marcó mucho de la filosofía de la marca, la cual está enfocada a desarrollar modelos que rompan los esquemas y lleven a conductor y vehículo a convertirse en uno mismo.